Preguntas frecuentes
Puede ser por invitación de un masón que se reconozca como tal, o por propia decisión. Si es por propia decisión podrá hacerlo completando el formulario en línea.. Luego la Logia, a cargo de su solicitud, realizará con discreción y delicadeza las indagaciones que crea conveniente, para preservarse de candidatos que, por su reprochable conducta moral, privada o pública, no merezcan pertenecer a la Orden. De no surgir objeciones para su ingreso se le comunicará la fecha de su iniciación.
De ninguna manera. No está afiliada ni puede afiliarse a ninguna religión determinada, ni compite con ellas. Elevándose sobre toda clase de discusiones, ofrece a los amantes de la verdad el terreno más apropiado para el cultivo de la inteligencia mutua y la unión fraternal. No reconoce en la investigación científica ninguna autoridad superior a la razón humana y rechaza por tanto las verdades reveladas que aceptan las religiones positivas. Admite en su seno a personas de todos los credos religiosos, sin distinción, siempre que sean hombres libres y tolerantes y respeten todas las opiniones sinceramente profesadas, es decir, exentas de fanatismo, egoísmo y supersticiones.
La Masonería no tiene dogmas, tiene principios e ideales, cultiva virtudes, pero siempre con la máxima amplitud de criterios. El dogma, como verdad revelada o principio innegable, está en las antípodas de la Masonería que no reconoce otro límite que la razón para acceder al conocimiento.
Para captar realmente lo qué es y lo qué no es la masonería deberá introducirse en los misterios de la Orden y descifrar sus alegorías, signos y símbolos con un alto sentido espiritual mediante un razonamiento en que la lógica y las matemáticas no se excluyen. Y constantemente deberá consultar fuentes filosóficas que van desde Sócrates hasta los filósofos de nuestro siglo, sin descartar lo que las religiones nos aportan. Un ejemplo de ello es el teorema de Pitágoras, teorema éste usado por la masonería como símbolo de toda proposición por medio de la cual, partiendo de una hipótesis, se afirma una tesis que no es evidente por sí misma.
La condición “sine qua non” para ser masón, es ser hombre libre y de buenas costumbres. Es inherente a la condición de hombre libre, el ser tolerante y no dogmático. Prelados que han cultivado estas virtudes y coincidieron con los ideales libertarios de la Masonería han sido masones como el cura Hidalgo, paladín de la independencia mejicana, el padre Calvo fundador de la Masonería en Centroamérica, el Dr. Ramón Méndez, arzobispo de Venezuela y en la Argentina, Julio Segundo Agüero, Aurelio Herrero, Pedro Pedriel, Santiago Figueredo, Cayetano y Gregorio Rodríguez, entre otros.
Hombre libre es aquel que tiene libertad para expresar sus pensamientos, no acepta imposiciones que atenten contra sus principios, ni está sujeto a la voluntad de un tercero; no está atado a ningún dogma que oscurezca su inteligencia y pervierta sus sentimientos, y carece de vicios que lo esclavicen. Para ser hombre de buenas costumbres deberá obedecer las leyes del país en que reside, venerar a su patria, y honrar a su familia; ser tolerante y respetuoso con las ideas políticas y religiosas de sus semejantes. Imponerse la seriedad de los conceptos, el decoro de las formas y observar una conducta moral y la ética en su vida privada y pública. Y para esa lucha que ya tenemos instalada y con la que ingresamos al nuevo milenio, nuestra Orden cuenta con sobrados elementos, expresados en tradiciones, principios, símbolos, doctrina y, lo más importante, hombres masones para hacerle frente con suficiencia en la medida que concienticemos este fenómeno y recreemos algunas básicas cuestiones propias, que desgranaré de inmediato comenzando por nuestro orden interno.
La Masonería reconoce la figura del Gran Arquitecto del Universo como SÍMBOLO de las supremas aspiraciones e inquietudes de los hombres que anhelan captar la esencia, el principio y la causa de todas las cosas. Para la búsqueda y el esclarecimiento de la verdad no reconoce otro límite que el de la razón humana a través de la Filosofía y la Ciencia.
Para ingresar a la Masonería no es necesario poseer fortuna, ni conocimientos o aptitudes intelectuales extraordinarias, ni dotes morales excepcionales. Los únicos requisitos mínimos exigidos son los siguientes: Ser hombre libre y de buenas costumbres; Tener una edad mínima de 18 años; Poseer inteligencia y cultura necesaria para comprender y practicar las virtudes masónicas; Contar con medios de subsistencia para sufragar sus necesidades, las de los miembros de su familia y/o personas que tuviera a su cargo.
Sus principios son Libertad, Igualdad y Fraternidad.
Libertad de la persona humana y de los grupos humanos, ya sean instituciones, razas o naciones y en todos sus aspectos, es decir, libertad de pensamiento y libertad de movimiento.
Igualdad de derechos y obligaciones de los individuos y grupos humanos sin distinción de religión, raza, sexo o nacionalidad.
Fraternidad entre todos los hombres y entre todos los pueblos y naciones, porque todos los seres humanos nacen libres e iguales en derechos y en dignidades.
La moral de la Masonería no está directamente ligada a ningún sistema filosófico, ni a credo religioso alguno. La constituye el fondo común de preceptos universales que enseñan al hombre a ser mejor y a amar a sus semejantes. En todas las religiones y en todas las filosofías se encuentran las esencias de una sabiduría elaborada por los más grandes apóstoles y profetas de la humanidad, inspirados en los más sublimes sentimientos del corazón y templados en las duras experiencias de la vida de la historia. La Masonería busca la solidaridad de los valores morales, intelectuales, éticos y estéticos para lograr la consistencia armónica de la conducta humana.
Si por cultura entendemos un cúmulo de conocimientos cosechados a través del cultivo y ejercitación de las facultades intelectuales, es obvio que el trabajo intelectual que se realiza en las Logias, a través del tiempo va haciendo que sus integrantes sean compenetrados de determinados valores humanos que, si bien en parte ya pertenecían al bagaje cultural de cada individuo al ingresar a la Institución, se han visto reforzados, pulidos y ampliados con el aporte mutuo del trabajo en Logia, lo que se manifiesta en la inconfundible conducta del masón, tanto privada como pública y en este sentido, cabe hablar de cultura masónica.
La cultura masónica está al alcance de cualquier persona de bien y con inquietudes que lo capaciten para integrarse a un movimiento cultural en el que se busca el perfeccionamiento del individuo por medio del debate de temas filosóficos, políticos, humanistas, etc., en este sentido la Masonería no está limitada a supergenios o superdotados, los masones somos hombres de la calle, trabajadores en las más variadas actividades a los que nos caracteriza nuestro afán de mejoramiento moral, espiritual e intelectual tanto individual como colectivo.
Los masones entendemos que la virtud es la capacidad de hacer el bien en su más amplio sentido y el cumplimiento de nuestros deberes para con la familia y la sociedad sin egoísmo ni vanidad. La Masonería enseña a practicar la virtud como calidad suprema de la moral y como lealtad de la conducta para con el ideal, que debe conducir hasta el sacrificio como sea necesario para el cumplimiento del deber. Considera la virtud como una realización siempre perfectible, porque sabe que el hombre no es invulnerable a las tentaciones y debilidades, pero el permanente esfuerzo del espíritu se convierte en eficaz baluarte de la virtud.
Nuestros reglamentos prohíben al masón difundir los nombres de sus Hermanos (así nos llamamos entre nosotros) y él solo puede hacer pública su condición cuando circunstancias de trascendencia para el bien común así se lo impongan.
Los secretos que existen son los medios de que se valen los masones para reconocerse entre sí en cualquier parte del mundo y también la clave para interpretar sus símbolos y las enseñanzas de orden moral que ellos encierran.
Mas debe quedar en claro que la Masonería no es una sociedad secreta en cuanto a institución legalmente constituida, las autoridades argentinas le tienen concedida le personería desde l879 y sus fines son igualmente conocidos por cuanto están enumerados en los Estatutos aprobados por el Gobierno de la Nación y ampliamente difundidos en diccionarios, enciclopedias y publicaciones históricas.
Pero en épocas de cruenta persecución que en algunos países se ha lanzado contra la Masonería, es lógico que se hayan constituido grupos de masones discretamente reservados, lo mismo que hicieron los cristianos perseguidos por el Imperio Romano. Sin embargo, como es fácil deducir, no es ésta la verdadera motivación del llamado secreto masónico. Este se refiere al estudio de los ritos simbólicos de la Orden, de los cuales surge la utilidad de los trabajos realizados en las Logias.
Es bueno reconocer dos categorías muy distintas de sociedades secretas:
- Las organizaciones secretas (clandestinas) políticas, cuya acción y ejercicio son de duración limitada y cuyos fines son concretos
- Las sociedades iniciáticas de ningún modo intentan ocultarse, pero su secreto consiste en reservar el conocimiento de los ritos y ceremonias a los iniciados porque se trata de un método racional de perfeccionamiento espiritual. La Masonería es por excelencia, una sociedad iniciática.
La Masonería no es una asociación partidaria ni se puede confundir su actividad con la de ningún partido político, pero el masón no debe estar al margen de los grandes problemas políticos de los pueblos y del mundo entero. En el seno de la Masonería conviven hombres de diversos partidos democráticos y de diversas concepciones sociológicas, mientras sean respetuosos y tolerantes.
Generalmente, por ignorancia o mala fe, se asocia a la Masonería en acciones políticas determinadas. En realidad, es la tarea del hombre masón imbuído de nuestros principios e ideales, quien actuó protagónicamente para promover los grandes movimientos transformadores de la humanidad.
Tanto la Revolución Francesa, como la lucha por la emancipación de los pueblos coloniales de nuestra América, hasta la estructura jurídico política de República que adoptaron todas sus Constituciones, llevan el innegable sello de las ideas y acciones masónicas.
El masón conserva fuera de la Logia toda su libertad de ciudadano y puede dedicar el ardor de su entusiasmo al servicio de sus ideales. Los masones, como tales, no irrumpimos a la vida pública como institución, sino cuando se hace necesaria nuestra acción conjunta para atemperar los espíritus y fijar la senda del progreso dentro de la fraternidad y convivencia humanas.
Fue la Masonería Argentina la que consiguió el apaciguamiento definitivo de las luchas internas después de Caseros y hasta la organización nacional y la federalización de Buenos Aires.
De ninguna manera. El artículo 5to de nuestro Estatuto dice textualmente:
“La Gran Logia de la Argentina es una entidad autónoma que no reconoce dependencia de ningún poder y organización extranjera o internacional y en tal carácter asume la exclusiva representación de los masones que la integran en los congresos, conferencias o reuniones masónicas internacionales a que concurra.”
Así es en efecto y el hecho de mantener fraternales y armónicas relaciones con sus similares de todo el mundo y de ser miembro constituyen de la Confederación Masónica Interamericana, no implica en modo alguno sometimiento ni obediencia que comprometa su absoluta autonomía, independencia y soberanía institucional. Finalmente, cabe acotar que las autoridades de la Gran Logia, son elegidas y sólo rinden cuentas de su quehacer, ante el pueblo masónico reunido anualmente en Asamblea.
La Masonería está esparcida por todo el mundo y en cada lugar adopta las costumbres y tendencias del medio que sean compatibles con sus principios. La Masonería femenina y mixta está ampliamente presente en el país y en la región. Coherente con los movimientos y el progreso social, la Orden se encuentra en proceso de expansión y apertura. La razón que explica la existencia mayoritaria de la Masonería masculina a través de los años precedentes, está en el hecho histórico que la Masonería actual deviene de los gremios de constructores, de la Edad Media que, obviamente estaban integrados exclusivamente por hombres.
Pertenecer a una orden Francmasónica está al alcance de cualquier hombre capaz de ganarse su propio sustento.
No tenemos ninguna relación, ni buena ni mala, más a pesar de que, como se dijo en otro pasaje, históricamente la Iglesia persiguió excomulgó a los masones a través de las bulas papales, hoy día no tendríamos ningún inconveniente en iniciarla, en la medida que exista el formal compromiso de bregar por la libertad del hombre a través del goce y ejercicio de los Derechos Humanos, asegurando el pluralismo y no poniendo otro límite al conocimiento de la verdad que la razón misma.